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SOBRE EL VALOR DE SER ARQUITECTO

A veces, las palabras sencillas iluminan con más potencia que los discursos grandilocuentes. Peridis, hace más de nueve años, nos regaló una imagen inolvidable dedicada a las nuevas generaciones: «De la Sota es como una bombilla en la entrada de un pueblo. No deslumbra, pero se ve desde lejos». Y eso es exactamente lo que debería ser la arquitectura.

En tiempos de modas que se agotan en la portada de una revista, de formas pensadas para la fotografía y no para las personas, Peridis nos recordó que ser arquitecto no es diseñar para el ego, sino construir para los demás. Con sentido común. Con materiales que hablan del lugar. Porque lo sencillo no es lo fácil. Lo sencillo es sabio. Y lo sabio es, casi siempre, humilde.

Alejandro de la Sota trabajó así. Dio más de lo que le pidieron, pero no en exceso decorativo, sino en valor. Si le pedían un gimnasio, entregaba un gimnasio; pero también un patio y aulas donde los niños pudieran volar. Lo hacía con esa abundancia tan rara: la de la sensibilidad, la de la lógica, la de la claridad sin ruido.

Ser arquitecto debería ser eso: ser útil, ser generoso, ser invisible si hace falta. Como esa bombilla solitaria en la entrada del pueblo. Que no impone, pero guía. Y que, aunque solo tenga 40 vatios, se ve desde muy lejos.

Desde la Fundación queremos agradecer, una vez más, a Peridis tanto su mensaje como su cariño, así como destacar la importancia de su actitud en estos momentos de reflexión sobre la profesión, tan maravillosa e importante para la vida de la sociedad. En la fotografía, junto a Alejandro de la Sota Rius, Peridis y Teresa Couceiro se encuentra Javier Nadal, en aquel momento presidente de la Asociación Española de Fundaciones.

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